La primera de ellas fue Rangiroa, que como todo atolón del archipiélago de Tuamotu cuenta con (sin repetir y sin soplar): un aeródromo, una iglesia, una escuela, un cementerio, un almacén y con suerte con algún restaurante y las casas de los tahitianos que allí viven.. (la población total de estos atolones ronda las 400 personas) Generalmente existe una única calle asfaltada que recorre todo o casi todo el atolón, para que se lo imagen es como si fuera un circuito automovilístico de fórmula 1, pero de una sola vía, sin pintar, y llena de cocos caídos de los árboles
A cada lado del atolón hay una costa, la interior que da a lo que le llaman laguna, y la exterior que da al océano. Como mucho el ancho del atolón será de 1 o 2 km, con lo cual desde la calle principal que les contábamos uno puede ver hacia ambas costas (y también en poco tiempo, darse cuenta que no hay manera de escapar en caso de tsunami…). La costa exterior, es rocosa, en general no muy linda ni muy aprovechada, mientras que del otro lado están las famosas playas que dan a la laguna que son de aguas increíblemente turquesas y arenas blancas.
Este atolón en general posee algunos cortes, donde se comunican el océano con la laguna, a estos lugares se los llama “pasos” y son los típicos lugares de buceo, donde la barra de coral y su fauna se lucen en todo su esplendor. Con esto y pese al mal tiempo, nada nos detuvo para hacer buceo en el paso Tiputa, donde esta vez nos dimos el gusto de bucear con delfines y tiburones!!! Si Si buceamos con Flipper!!! (Uhh se nos cayó una sota por ahí.. y al que lo entendió también!) La visibilidad en el agua es simplemente magnifica y cada vez disfrutamos más de los buceos.
Después nos fuimos a Tikehau, otro atolón del mismo archipiélago pero con la especial característica que las arenas de sus playas son de color rosa. Fueron dos días de playa, mientras la lluvia nos lo permitía, donde relajarnos se nos está haciendo una sana costumbre…
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